COPs: Hechos para durar. (Parte 2)

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Finalizamos el artículo anterior hablando de los distintos tipos de COPs que han contaminado y contaminan nuestro planeta y se bioacumulan en nuestro cuerpo, más allá de los pesticidas, pero quizás a algunos les siga resultando una historia del pasado o algo aún lejano. 

Sin embargo, la realidad es bien distinta y, a pesar de todo, los COPs siguen estando presentes en nuestro día a día, bioacumulándose en nuestro cuerpo y afectando a nuestra salud mucho más de lo que nos creemos.


LA HISTORIA INTERMINABLE

Muchos dirán que el Convenio de Estocolmo ya eliminó estos compuestos, y que su uso es ya cosa del pasado, pero una visión más en profundidad de la situación nos dejara ver que el problema es tanto o más persistente que los compuestos que lo generan

De hecho, es posible que el lector, tras terminar con este apartado, tenga la claustrofóbica sensación de que aún no se ha hecho todo lo que se tenía que hacer, que queda mucho, y que la velocidad y difusión que se imprime a estos asuntos es del todo insuficiente.... si esto fuese así, mejor no seguir con el artículo, pues este primer apartado es el más amable del post.

En primer lugar, indicar que la conciencia del daño que nos hacen los COPs a escala internacional es relativamente reciente, y aún muchos siguen negando la evidencia de sus efectos dañinos, de hecho estos productos fueron usados con profusión durante todo el siglo XX, y fundamentalmente a mediados del mismo, donde muchos de ellos se vendían como productos milagro, fruto de la ciencia avanzada e inocuos para las personas, tal y como ya hemos podido observar en alguno de los anuncios vistos hasta el momento y como se puede ver en el folleto anexo a continuación para los Insecticidas CONDOR, S.A., sin ningún tipo de desperdicio.

Resulta increíble pensar cómo ha podido pasar tanto tiempo desde que surgieron las primeras evidencias de sus efectos sobre la naturaleza y el ser humano, ya a mediados de siglo, hasta que se han empezado a tomar las medidas para regular estas peligrosas emisiones mediante una normativa que lleve a una eliminación efectiva de su producción y uso, y a una destrucción segura de los ya existentes, más aun teniendo en cuenta la persistencia y distribución de estos compuestos por todo el planeta.

Detalle del Folleto del Insecticida Cóndor con HCH - Hexa -Cuchol
Gentileza de la Web Desinsectador

No fue hasta 1979, con la firma del Convenio de Ginebra sobre Contaminación Atmosférica Transfronteriza a Gran Distancia cuando empezaron a sentarse las bases del trabajo con contaminantes que trascendían el ámbito local o nacional, y entre ellos los COPs, como una de sus líneas de trabajo.

A partir del Convenio de Ginebra, ratificado por 52 países y la Unión Europea, se sentaron las bases para la actuación en materia de regulación de COPs mediante la generación del Protocolo de Aarhus. Sin embargo hay que tener en cuenta que este protocolo se firma en 1998, un cuarto de siglo después del Convenio de Ginebra, entrando además en vigor cinco años más tarde, en 2003, en lo que a cualquiera se le pueden antojar como periodos excesivamente amplios teniendo en cuenta la problemática descrita.

En este protocolo se proponían los principios básicos para eliminar cualquier emisión, descarga o pérdida de un total de 16 COPs, la mayor parte pesticidas, incluyendo las actuaciones necesarias para el tratamiento de sus residuos, uno de los principales caballos de batalla, dada la extensión en su uso.

Este protocolo se elevaría a escala internacional mediante el conocido como Convenio de Estocolmo, quizás el más popular, desarrollado dentro del programa de la ONU para el medio ambiente PNUMA a partir de 1995, pero que no fue firmado hasta el 2001, entrando en vigor tres años más tarde, en el 2004, prácticamente a la par que el protocolo de Aarhus.

Destacar al lector, sin embargo, los siguientes hechos fundamentales:
  • El Convenio de Estocolmo se firmaba a escala internacional sólo para 12 COPs, dejando de lado alguno de los más relevantes contemplados por el Protocolo de Aarhus, como los HBB (Hexabromobifenilos) los HCH (Hexaclorociclohexanos) o los HAP (Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos, en inglés PAHs).
  • Algunos de los COPs vistos en el punto anterior quedaron incluidos en la Cuarta Conferencia de las Partes del Convenio, que supuso la ampliación de 2009 de 9 COPs adicionales, con entrada en vigor en 2010, pero otros como los HAPs aún están pendientes de estudio.
  • Algunos países, de los supuestamente desarrollados, continúan sin ratificar tanto el Convenio de Estocolmo como el Protocolo de Aarhus, entre los que podemos encontrar algunos destacados como Estados Unidos o Israel.
  • La dependencia generada para alguno de los COPs, y los intereses económicos creados, hace que muchos de ellos no queden completamente eliminados o prohibidos. De esta forma, una lectura del Convenio de Estocolmo permite ver cómo se prohíbe su producción, con alguna exención puntual y, salvo en casos puntuales como la endrina o el toxafeno, su uso no se prohíbe totalmente, sino que queda limitado a determinadas funciones.  

Algún lector de buena voluntad del blog, que sé que son muchos, pensarán: "Quizás muchos de estos COPs eran desconocidos para el Programa de la ONU y no se sabía de sus efectos, razón por la que tardaron tanto en regularlos"... Sin embargo, los hechos demuestran que no es así. 

Las evidencias sobre los efectos perniciosos de los COPs tenían fundamento científico mucho antes de su regulación, y de hecho la Unión Europea ya había eliminado o regulado buena parte de los compuestos del Convenio de Estocolmo mediante diversas herramientas normativas como la Directiva 79/117/CEE, de 21 de diciembre de 1978, relativa a la prohibición de salida al mercado y utilización de productos fitosanitarios que contengan determinadas sustancias activas, o la Directiva 76/769/CEE, de 27 de julio de 1976, para la limitación en la comercialización y uso de determinadas sustancias y preparados peligrosos.

Con los COPs se pone de manifiesto lo poco que importan el medio ambiente y la salud a organismos internacionales y gobiernos, y lo eludibles que son principios básicos como el de precaución cuando priman intereses económicos "superiores".

La lentitud y falta de eficiencia en la regulación realizada por los convenios y protocolos internacionales es tal que de hecho, el propio Reglamento Europeo nº850/2004, sobre contaminantes orgánicos persistentes, ya reconoce de forma sutil en uno de sus considerandos que, la necesaria aplicación del principio de precaución debería llevar a ser más estrictos que las medidas dispuestas en convenios y protocolos internacionales. El problema es que ni siquiera el propio reglamento es garantista en este aspecto.

Y es que la regulación vigente de los COPs es del todo insuficiente a la vista de los nuevos productos químicos orgánicos surgidos en el mercado, muchos de ellos en sustitución de los antiguos COPs prohibidos y en ocasiones tanto o más peligrosos que los originales, ya que la industria y los organismos reguladores continúan sin primar el principio de precaución.

Sólo por poner un ejemplo muy clarificador, y que justifica con mucho el titular dado a este apartado, cabe mencionar el caso de los retardantes de llama bromados que actualmente se encuentran incluidos en la lista de COPs del Convenio de Estocolmo, los famosos polibromodifenil éteres (PBDE) o el Hexabromobifenilo (HBB).

La prohibición de estas sustancias, que como ya vimos en la primera parte de este artículo, fueron ampliamente utilizadas en polímeros, espumas e incluso textiles en múltiples aplicaciones como retardantes de llama, ha llevado a la industria química a buscar alternativas de forma urgente.

Y como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra,... y hasta tres y cuatro veces, ..... la industria persiste en su error.

Así, si bien es cierto que ha habido algunas empresas que han aprovechado la coyuntura para investigar y producir nuevos productos no halogenados que además no generen subproductos peligrosos en su descomposición, otras muchas han insistido en la columna de los halogenados y han sacado sustitutos que se saltan a la torera el principio de precaución. De hecho, alguno de ellos, como el Hexabromociclododecano (HBCD), han pasado ya directamente a la lista de los candidatos a COPs (compuestos de interés en estudio), superando con creces en los primeros estudios los potenciales de magnificación y ecotoxicidad de sus antecesores. 

Eso sí, ha bastado con ponerles el apelativo Eco, como han hecho algunas marcas comerciales, para que puedan servir a modo de sustituto de los PBDE y entrar a formar parte de nuestra vida habitual, haciendo competencia desleal clara a los productos realmente innovadores. Una muestra del más crudo greenwashing, de la falta de ética industrial, y de la ausencia de agilidad en la regulación de estos productos.
Molécula de HBCD. Original de PubChem

Además del HBCD se están utilizando otros como el Bisfenol A, tanto bromado (tetrabromo bisfenol A) como clorado (tetraclorobisfenol A), una joya química que en su descomposición libera Bisfenol A, del cual ya hemos hablado en otras ocasiones y del que el lector encontrará extensas referencias en la red.  

También se utilizan otros como el Pentabromofenol (PBP) o el Tribromofenol, otros dos organobromados con capacidad de bioacumulación demostrada y tóxicos para organismos acuáticos, dos productos que aún no forman parte de la lista de COPs, pese a las evidencias que empieza a haber sobre los mismos.

Y así podríamos seguir por una interminable lista de nuevos halogenados que han entrado a sustituir a los antiguos, muchos de ellos nuevas moléculas patentadas de las que aún no se conocen los efectos como compuestos orgánicos persistentes, pero cuyas características químicas intrínsecas nos llevan a pensar que no auguran nada bueno.


UN PLANETA PLAGADO DE PUNTOS NEGROS

La fabricación y uso de COPs y pesticidas siempre ha sido sinónimo de problemática ambiental con graves consecuencias para el entorno y los seres vivos que lo habitan, incluido el ser humano, habiendo registrado un buen número de tragedias con las peores consecuencias.

Realizar un estudio pormenorizado de todos los casos registrados en la efemérides de estos compuestos es una tarea titánica, más aún si queremos escapar de los casos más mediáticos e incluir también aquellos que, sin serlo tanto, han dejado un planeta plagado de puntos negros con consecuencias en el largo plazo desastrosas. Para ello habría que tener en cuenta además que estos compuestos son equivalentes al veneno más silencioso, unos químicos que más allá del accidente puntual prolongan su acción, y por lo tanto sus secuelas, durante décadas y generaciones.

Hablar con detalle de todos los desastres ecológicos y humanitarios en los que hacen acto de aparición los COPs daría por sí mismo para un libro.


Por poner algún ejemplo, podemos hablar de la intoxicación que en el sureste de Anatolia (Turquía) sufrieron durante los años 1955 a 1960 miles de personas, y que dio lugar a una enfermedad con nombre propio la "porfiria túrcica", que cursaba con graves afecciones cutáneas, hiperpigmentación, hirsutismo y malformaciones. La causa, el uso de granos de trigo tratados con HCB como materia prima en alimentos. Unos granos que originalmente se habían tratado para su sembrado, pero que finalmente se desviaron para alimentación debido a la escasez que experimentaba la zona.

El resultado fue desastroso. Cerca de 4.000 personas desarrollaron porfiria túrcica por su exposición al HCB, el 85% de los niños lactantes menores de 2 años murieron, así como el 10% de los adultos, prácticamente el 90% de los afectados murieron en los años siguientes afectados por la enfermedad y las diversas complicaciones que surgieron. Aún más grave, es que treinta años después, estudios realizados sobre los supervivientes revelaron que los niveles de HCB aún eran extraordinariamente elevados en el cuerpo, las mujeres con porfiria presentaban niveles de HCB en leche materna siete veces superiores a las no expuestas, con el consiguiente riesgo para sus bebés.

Llamará la atención al lector el hecho de que más 7 años después, en 1967, en Quatar, muriesen 50 personas y quedasen afectados cerca de 700 por un hecho similar que involucraba harinas contaminadas por pesticidas, o que 15 años después de este primer caso, en la India, en 1977, se intoxicasen de nuevo cerca de 268.000 personas con el mismo compuesto organoclorado que en Turquía, el HCB, tras el tratamiento antifúngico recibido por unos granos que luego fueron derivados para la elaboración de harinas de consumo humano. Todas ellas sufrieron de nuevo porfiria túrcica y enfermedades neurológicas diversas.

Entre 1961 y 1971 el Ejército Estadounidense se empleó a fondo en la dispersión de químicos tóxicos con la intención de deforestar aquellas zonas en las que el ejército vietnamita estaba encontrando su refugio gracias a la densa vegetación, o para acabar con los cultivos en poblaciones rurales y eliminar así cualquier apoyo que se le pudiese ofrecer al mismo. Se ha reconocido la dispersión de cerca de 82 millones de litros de los llamados "herbicidas arcoíris" entre 1962 y 1970, entre los que destaca el más conocido como "agente naranja" (llamado así por la franja naranja de los bidones que no contenían).

El problema es que el agente naranja, compuesto por dos productos organoclorados, traía de fábrica la 2,3,7,8 - Tetraclorobenzodioxina, una de las especies más toxicas de  las dioxinas, y aunque existen indicios de que este hecho fue conocido por parte del ejército norteamericano, no supuso la paralización de las operaciones. Además, la combinación de estos productos con el uso de otros como el Napalm, incendiario muy utilizado también por el ejército americano en Vietnam, pudo ser funesta en muchas regiones, incrementando la producción de dioxinas y otros COPs en la descomposición de estas sustancias.

Maniobra de dispersión de Agente Naranja en el Delta del Mekong - Julio de 1969.
Fotografía de Wikipedia - Von Brian K.


Con independencia a que se reconozca o no el número de afectados del que hablan una y otra parte, en cifras que rondan los millones. La cantidad de muertos, discapacitados por graves intoxicaciones o el enorme número de nacimientos de niños con graves deformidades incluso 40 años después, así como la elevada incidencia de otras enfermedades, entre ellas varios tipos de cáncer, y el grave daño causado sobre el medio ambiente por el uso de estos compuestos es escandaloso, así como la impunidad con la que quedan gobiernos y empresas químicas que, pese a haber alcanzado acuerdos millonarios con los veteranos de guerra estadounidenses, siguen sin reconocer el daño causado en la zona.

Si seguimos con este compendio breve de desgracias, podemos hablar también de la intoxicación masiva producida en 1968 de la población de Japón, fundamentalmente en Fukuoka y Nagasaki, debido al consumo de aceite de arroz contaminado por PCBs y productos de su degradación, como cuarterfeniles y furanos. El motivo, la compañía Kanemy, productora de este aceite, lo sometía a una desodorización por calentamiento en un intercambiador que funcionaba con PCBs, cuyo circuito sufría pérdidas considerables, haciendo que el PCB se incorporase al aceite de consumo. Para mayor desgracia, cuando la empresa se dió cuenta de la pérdida de PCBs, y ante las pérdidas económicas que podría suponer descartar toda la producción, la mezclo con aceite nuevo y la pasó de nuevo por el desodorizador, provocando además que el PCB se degradase a furanos y cuarterfeniles.

Parte de este aceite entró en piensos para ganado, generando la muerte masiva de cerdos y pollos (algunas referencias bibliográficas hablan de hasta 400.000 aves), pero otra buena parte entro en la línea de consumo humano, intoxicando a cerca de 14.000 personas. Se terminaron reconociendo más de 1700 afectados que enfermaron de la posteriormente denominada como "enfermedad del aceite" ("Yusho") expresada en forma de cloracné, nauseas, hinchazón de manos y piernas, desórdenes neurológicos, y nacimiento de niños con decoloración. Muchos de los enfermos terminaron muriendo por enfermedades relacionadas con el hígado, entre ellas el cáncer.

Situación similar a la anterior, en una nueva muestra más de que el hombre es un animal que no aprende nunca de sus errores, se produjo en 1978, en Taiwan, diez años más tarde del desastre de Japón. En esta ocasión a la enfermedad se le denominó como "Yu-Cheng" y supuso la afección a más de 2.000 personas, que aún hoy en día arrastran graves secuelas incluso con afección a varias generaciones.

Un par de años antes, en 1976, tuvo lugar uno de los peores accidentes industriales que hayan involucrado a los COPs. Hablamos del accidente de Seveso, en Italia, que posteriormente dio lugar al bloque normativo europeo sobre accidentes graves en los que intervengan sustancias peligrosas, conocido habitualmente con el sobrenombre de SEVESO.

En Seveso, el 9 de julio de 1976, la planta de Icmesa, propiedad del Grupo Roche, estaba fabricando 2,4,5-triclorofenol, usado para la fabricación de pesticidas. La reacción se producía por lotes "batch" e implicaba el uso de productos como el tetraclorobenceno o la sosa caústica, siendo altamente exotérmica, y generando como subproducto la 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina, una de las especies más tóxicas de dioxinas, aunque a niveles muy bajos, de pocos ppm en condiciones normales de formulación.

El problema vino cuando, con el final de la jornada se interrumpió la fabricación del lote sobre el que se estaba trabajando, dejándolo a medias, e interrumpiendo a su vez la agitación y la refrigeración. La mezcla continuó haciendo reacción y alcanzando altas temperaturas y presiones elevadas, hasta que generó la apetura de un disco de ruptura que emitía directamente al exterior, produciendo una nube tóxica y corrosiva con una concentración estimada en dioxinas de 3.500 ppm.

El desastre se calcula que generó alrededor de 2.000 intoxicaciones en total, 417 de ellas muy graves con los clásicos síntomas de afección por cloracné. El miedo a las consecuencias en embarazadas llevó a la provocación de un elevado número de abortos, unos 400 en total, y el temor por la incursión del tóxico en la cadena alimenticia al sacrificio de cerca de 80.000 cabezas de ganado, además de los problemas ambientales asociados a la contaminación de cultivos y vegetación, que ocasionó un desastre ecológico en la zona, del que aún hoy en día se sufren las consecuencias, a pesar de los esfuerzos realizados. 

Niño víctima del accidente de Seveso con marcas de Cloracné


Y si alguien sigue pensando que las fechas de estos desastres forman parte del pasado, y que hoy en día la situación está más que controlada, podemos hablar de otros episodios más recientes en los que afortunadamente la situación no fue más allá, pero que son precisamente indicativos de que aún hoy en día estamos expuestos a estos compuestos, y que su control presenta muchas lagunas.

En 1999, el escándalo de los pollos belgas, que muchos aún recordarán, salvo miles de vidas. La repentina muerte de miles de pollos de varias granjas belgas puso de manifiesto la contaminación de la cadena trófica, a partir de los piensos "enriquecidos" con los que se alimentaba a dichos pollos, que habían sido aditivados con aceites con PCBs y que contaban también con dioxinas procedentes de su descomposición. La irresponsabilidad de los fabricantes hizo que cundiese la alarma en todo el país y que los mercados belgas quedasen bloqueados durante meses, pero al fin y al cabo los pollos fueron las únicas víctimas de la tropelía y su muerte sirvió para salvar vidas humanas.

En 2008, hace prácticamente nada, sucedió un episodio similar con los cerdos criados en Irlanda, aunque en esta ocasión la alerta la generaron los controles rutinarios, que desde inicio se demostraron insuficientes en cuanto a los tiempos de detección. Los funcionarios del Ministerio de Agricultura de este país detectaron niveles hasta 100 veces superiores de dioxinas y PCBs en la carne y derivados del cerdo que terminaron por señalar a cerca de 47 granjas de esta república y a 9 del Ulster por el uso de piensos contaminados. El alto grado de afección, el 80% de la producción, y la imposibilidad de identificar las fuentes y los productos finalmente elaborados, obligaron a una alerta general y a retirar todos los productos cárnicos fabricados a partir del 1 de septiembre de 2008.


AQUÍ EL QUE CONTAMINA.... SE LIBRA


España no escapa ni mucho menos a la huella negra de los COPs. Si ponemos la lupa sobre ella, podremos ver que está muy marcada, además de por un uso prolongado de estos compuestos en actividades como la agricultura, por actuaciones negligentes de múltiples empresas químicas que, además, han conseguido dejarnos un legado tóxico muy grave, sin que hayan sido condenadas u obligadas a pagar por sus desastres (o por lo menos no conforme a la magnitud de los daños ocasionados).

Vertido de lindano (residuo blanco) en Sabiñánigo.
Extraída del video de Aragón TV.

Lamentablemente, los organismos competentes, nuestros gobernantes, también han lastrado con el tiempo una actitud pasiva, primando en primer lugar la rentabilidad económica del uso de COPs sobre los principios de precaución y seguridad para la salud y el medio ambiente, y presentando luego en muchas ocasiones un comportamiento negligente al permitir el uso de COPs o el abandono y vertido de sus residuos sin ningún tipo de cortapisa.

Si además miro con añoranza mi tierra, Aragón, compruebo con tristeza que somos una de las zonas más castigadas por este tipo de hechos, habiendo llegado algunos pesticidas como el Lindano a obligar al corte del suministro de agua potable en varias poblaciones debido a las concentraciones alcanzadas, estando en muchas ocasiones la pasividad de los órganos competentes tras este tipo de desastres.

Por hablar de los casos más relevantes que podamos encontrarnos, que no los únicos, podemos nombrar los siguientes puntos negros de nuestra geografía:

  • En Monzón (Huesca), ha sido famoso el caso del DDT y sus derivados vertidos en el río Cinca durante años y años por la industria Montecinca, dedicada a la fabricación de pesticidas, y que fabricó dicofol (derivado del DDT) hasta 2008. 
En este caso el vertido ha estado autorizado por la Confederación, algo de por sí escandaloso, pero es que además existen pruebas de dilución del vertido por parte de la empresa para lograr cumplir con los valores límite, algo que sin embargo no impidió que la empresa generase varios incidentes relevantes de vertido de contaminantes. El vertido de DDT no fue prohibido hasta marzo de 2008, con la publicación de la Autorización Ambiental Integrada de la actividad, cuatro años después de que España firmase el Convenio de Estocolmo, pero la evidencia de contaminación de sedimentos en el río Cinca, los restos de COPs en peces o la existencia de aguas subterráneas contaminadas no ha supuesto aún ningún problema para la empresa más allá de multitud de expedientes sancionadores abiertos.
  • En Sabiñánigo (Huesca), es escandaloso el caso de Inquinosa, que ha convertido la zona en uno de los puntos con mayor contaminación por COPs del planeta
El problema, el vertido ilegal de miles de toneladas de residuos de su fabricación altamente contaminados a los vertederos de Sardá y Bailén, destinados a residuos urbanos y de demolición. Se estima que unas 160.000 Tm entre los años 1975 a 1989. En 1991 la empresa se fuga a Rumanía y abandona la fábrica tal cual quedó, con graves síntomas de contaminación superficial en una extensa área, así como de contaminación de aguas y subsuelo, estimándose que en este último se pueden haber concentrado casi 4.000 toneladas de una sopa tóxica de disolventes e isómeros de HCH.
Durante más de dos décadas este problema quedó enquistado en la localidad, una vez cerrada la empresa, y aún hoy hay muchos trabajos de descontaminación pendientes, que se están llevando a cabo a costa del bolsillo del contribuyente y de ayudas europeas. Alguna de estas actuaciones, como el movimiento de 64.000 Tm de residuos para su depósito en un vertedero seguro realizado en 2014, han sido incluso otro foco de contaminación importante de las aguas, contaminando el barranco del Bailén y obligando incluso a suspender el suministro en las poblaciones de las riveras del Río Gállego.
Aunque existen condenas por este delito, la gran mayoría ridículas, la máxima cuantía se fija contra Inquinosa en 2003, con 6,5 millones de euros, que suman ya otros 14 millones de euros por intereses de demora, ya que la empresa se fugó a Rumanía y no ha pagado aún. Pero que no se "enerve" el lector, ya que aunque pague la empresa, los otros 180 millones de euros que se ha calculado que costará reparar la zona saldrán de nuestros bolsillos.
Etiqueta de Lindano en la Fabrica de Inquinosa - Del video de Aragón TV.

  • En Flix (Tarragona), la empresa Erkimia, del Grupo Ercros, pionera en la fabricación de DDT en España, cuenta también con un historial importante de contaminación ambiental.
Puesta en marcha en 1900 es una de las químicas más antiguas y se ha dedicado a la fabricación de múltiples organoclorados, realizando sus vertidos directamente al río durante décadas, sin que esto supusiese acción alguna por parte de las administraciones competentes, que siempre se han mostrado "comprensivas" con una empresa que empleaba a la mitad del pueblo.
Estimaciones conservadoras calculan un total de unas 700.000 toneladas de productos organoclorados, mercurio e incluso residuos radiactivos que podrían haberse acumulado en los sedimentos del embalse de Flix, afectando al curso del río Ebro hasta su desembocadura.

En 1989 se detectaron en esta población tambien niveles en aire de HCB hasta 100 veces superiores a los habituales, procedentes también de las actividades de esta empresa, y los indices de bioacumulación de organoclorados y mercurio en el biotopo y la biota del río detectados en diversos estudios posteriores son de los más altos de europa, quedando clara cual es la fuente de origen si estudiamos el gráfico de distribución de las muestras.
Concentración de HCB en muestras de suelo en la Zona de Flix.
Fuente: SlidePlayer. Estudio del IMDEA.

Estudios realizados sobre la población de Flix (fundamentalmente embarazadas, lactantes, niños e incluso trabajadores de la empresa) han puesto de manifiesto la afección a la población por parte de los vertidos de esta empresa, encontrándose evidencias claras de bioacumulación y de efectos perniciosos para la salud como afecciones al desarrollo de niños, cáncer, párkinson, etc.
Se ha cifrado en 155 millones de euros el coste de restituir el cauce del río Ebro en ese tramo, una actuación altamente complicada y peligrosa que actualmente desarrolla la UTE Flix. La química sin embargo, declarada culpable de estos vertidos en 2003, recurrió la condena de 2006 que le obligaba a pagar un total de 10 millones de euros. Sus directivos no fueron condenados a más de 6 meses de cárcel y a multas próximas a los 30.000 €, quedando de nuevo claro que el que contamina no paga.
  • En Vizcaya, la empresa Nexana Industrias Químicas, ubicada en Asúa - Erandio, que presumía de ser la primera fabricante en España en producir Lindano puro de verdad, y Standard Química (luego Bilbao Chemicals), ubicada en Ansio - Baracaldo, también son un ejemplo claro de delito ambiental consentido.
Entre las dos empresas estuvieron fabricando lindano desde 1944 hasta 1987, y distribuyendo los residuos de su fabricación por múltiples puntos de la zona de forma totalmente irregular. El resultado final 82.000 Tm de residuos de HCH distribuidos en 35 vertederos, unos 500.000 metros cúbicos de suelos contaminados y episodios recurrentes de contaminación de las aguas del embalse de Oiola desde el 2008, que se sepa, que obligan cada cierto tiempo a cortar el agua potable de las poblaciones que se suministran del mismo.

Los costes de la descontaminación y de la disposición en vertedero controlado de los residuos, han acabo siendo asumidos en buena parte por la administración pública, que ha llegado incluso a realizar la compra de terrenos industriales contaminados, en una actuación que cuando menos podría resultar sospechosa por su sigilo y escasas consecuencias para el contaminante.
  • En O Porriño (Pontevedra), los Laboratorios Zeltia estuvieron fabricando Lindano durante casi 20 años, y sus vertidos se han convertido en un grave problema de salud para los vecinos:
La empresa estuvo vertiendo sus residuos de producción, con el visto bueno de la propia administración y su necesaria colaboración, a un terreno de titularidad municipal usado para la extracción de áridos, y cedido en régimen de concesión para el vertido de los residuos de lindano.

Con posterioridad estos terrenos se convirtieron en escombrera municipal, y con el paso del tiempo se terminaron construyendo encima viviendas de protección (en 1975) así como un circuito de cicloturismo. Diversos estudios han puesto de manifiesto evidentes síntomas de contaminación del subsuelo, de las aguas subterráneas e incluso de pozos de captación de agua potable.
Y estos son los casos de los que más o menos podemos encontrar información fácilmente, porque sus efectos han sido evidentes y la contaminación de un grado tal de irresponsabilidad que resultaba en un delito totalmente ineludible. 

Sin embargo, son muchas más las fábricas que han estado fabricando estos productos químicos de forma sostenida en el tiempo y generando toneladas de residuos de los que no se sabe absolutamente nada. 



Enlaces de interés:



Comentarios

  1. Una muestra más de que los COPS son y serán un problema ambiental grave.

    http://www.troposfera.org/news/12743/39/La-contaminacion-quimica-persistente-tambien-llega-a-las-aves-marinas-antarticas/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Troposfera+%28Troposfera.org%29

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